PRÓLOGO - PSICOLOGÍA CLÍNICA PICHONIANA
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30 de Abril
Los autores de este libro son portavoces de un grupo de personas que convergen en la práctica clínica. Los interrogantes que surgieron en esa práctica los ha reunido en un proceso de investigación sistemática, que se despliega ya hace años y en el que un eje de tarea es la profundización en el marco teórico planteado por Enrique Pichon-Rivière.
En ese profundizar, transitan ideas que tienen historia, que alcanzaron particular significatividad en un período fecundo y original del pensamiento en clínica en nuestro país, y que reconocía como su principal exponente a Enrique Pichon-Rivière. Esas ideas fueron más tarde olvidadas, fragmentadas o alojadas en el silencio en los ámbitos académicos, hegemonizados por la metafísica, el idealismo o el subjetivismo, en el plano filosófico y psicológico.
Podemos preguntarnos: ¿este investigar y transitar de los autores surge de un interés arqueológico, se moviliza
desde su función como docentes? Recorriendo los textos que nos entregan, se hace visible que, en tanto inquietos y comprometidos terapeutas, los urge el requerimiento de problemáticas actuales, que emergen en la vida social, en las relaciones interpersonales, en la subjetividad.
Cuando menciono un orden socio-histórico, acontecer subjetivo y las mediaciones en las que se concreta su interrelación, hago referencia a procesos que, desde su especificidad, se interpenetran dialécticamente, de manera que no pueden ser pensados cada uno sino en sus múltiples interconexiones con los otros.

Esta relación dialéctica, recíprocamente fundante, es lo que definimos hoy como objeto-campo de la psicología, que según el planteo de E. Pichon-Rivière no puede ser sino esencial y radicalmente social. Esta afirmación pichoniana, rotunda y contundente, se construyó en prácticas múltiples, en las que la dominante fue inicialmente la clínica individual. Pero por lo que en ella se manifestara, como condiciones de producción de la salud y la enfermedad, condujo al trabajo en el ámbito de la familia, la intervención grupal, organizacional y comunitaria.
Fueron estas prácticas, y los procesos en las que se realizaron, en su interacción y convergencia, en su mutuo reenviarse, las que condujeron a la elaboración de un marco conceptual, en el que se jerarquiza a las relaciones reales, a las condiciones objetivas de existencia, la eficacia del hacer y significar del otro, los otros, en la configuración de un sujeto. Esto implica un psiquismo que desde su mismo inicio es abierto al mundo, que se constituye en, por y a través de su relación con el mundo objetivo, en un interjuego de intersubjetividad e intrasubjetividad, lo que implicó en los hechos y la teoría una ruptura con el psicoanálisis, aspecto firmemente sostenido y clarificado por los autores en los distintos artículos de este libro.
Ruptura inevitable a partir de que Pichon-Rivière arriba a una concepción del sujeto como ser de necesidades que sólo se satisfacen socialmente. La comprensión de ese sujeto de las sensaciones y percepciones, de su hacer transformante y en relación, de la representación, de la palabra y el pensamiento y, por tanto, del conocimiento, requiere una modalidad integrada e integradora del trabajo en psicología.
La crisis actual, la situación de emergencia social que vivimos, en sus distintas fases, opera como analizador, que pone de manifiesto que la tarea en el campo de la salud, en sus diversas formas, la promoción y prevención, así como la asistencia de antiguas y nuevas formas de patología (por ejemplo, la depresión y el ataque de pánico) no pueden darse sino en este campo de problemáticas, sostenido en esta complejísima relación.
En tanto sujetos situados en una circunstancia histórica, en una sociedad concreta, los autores analizan su práctica desde la teoría de Enrique Pichon-Rivière, se incluyen en un movimiento minoritario pero creciente que sigue este camino, y lo hacen en el universo material, relacional y conceptual de su tiempo. Por ello, y coherentes con lo requerido por un pensamiento científico y con quien eligieran como maestro, recogen diversas elaboraciones que hoy aportan al comprender la contradicción salud/enfermedad y operar en ella. Una demostración de esto es la extensa y rica bibliografía incluida en esta obra.
Sigo hace años su trayectoria, su producción, de la que los trabajos que hoy se publican son síntesis parciales de investigaciones y de la reflexión sobre ellas, en las que se anticipan trabajos más abarcativos, que ya están en curso.
Su andar no ha consistido sólo en un apoyarse en lo previo, no ha sido, no es, un ritualístico repetir. En tanto indagación permanente aportan originalidad de perspectivas, plantean posicionamientos que abren líneas de debate, de las que me parece particularmente remarcable lo que se publica como reflexiones a partir del Foro sobre Clínica Pichoniana en las Jornadas de Mendoza.
¿Por qué señalo ese trabajo? Porque en su formulación y en la polémica que se suscitara en dicho Foro, encuentro un ejemplo de la controversia que nos atraviesa hoy a muchos discípulos de Pichon-Rivière, y de la que no me excluyo. El entender que la psicología social, desde E. Pichon-Rivière, no designa un área operacional sino que es una concepción que nace de y a la vez funda distintas modalidades de práctica. Visualizarlas en sus particularidades e indisoluble relación es todavía un proceso de construcción de identidad en el que mucho debemos trabajar los discípulos de Pichon-Rivière, tanto quienes concentran su hacer en la clínica, como los que lo hacen en la tarea comunitaria.

Entre paréntesis, hablo de hombres porque estadísticamente son en su mayoría, quienes cometen abusos sexuales, asesinan a las mujeres, y
practican asiduamente la infidelidad.
Hay discursos en contra del aborto legal, público y gratuito, pero se ha practicado en clínicas privadas. Las mujeres que no tienen dinero para pagarlo,
son las que corren riesgos y mueren.
¿Los y las migrantes son asesinos/as peligrosos/as? O será que quieren que los/las expulsadas por la pobreza, las guerras y las crueldades que los mismos señores, que dicen esto promueven, habiten otros espacios.
No bastan las palabras, las afirmaciones, más aún, nuestras palabras acerca de esta cuestión deslizan contradicciones a visualizar y resolver que no sólo indican necesidades de formación en los campos específicos y sus mutuas relaciones. Ejemplo de ello es cuando diferenciamos psicólogo y psicólogo social y nos referimos a la práctica de una sola persona. O no podemos admitir que un “psicólogo social” que trabaja en la cura con alcohólicos o con quienes padecen otras adicciones está haciendo clínica.
Creo que debemos ir más allá, y en el campo de tarea superar una herida que años de silencio, olvido y descalificación instalaron en nuestra representación del ECRO. Me refiero a la escisión que se hace del Pichon clínico del Pichon operador institucional o comunitario. Esa escisión se abría hace muchos años aun en discípulos de Pichon-Rivière, que pese a adherir al materialismo dialéctico sostenían que la psicología social era la teoría apta para trabajar con los grupos, en tanto el territorio de la clínica quedaba reservado al psicoanálisis.

Esta fragmentación de concepciones y de campos nos remite a la fragmentación del sujeto, ya que son muchos los autores que establecen distinciones radicales entre el sujeto social, el sujeto de las necesidades, el sujeto del deseo, el sujeto de la praxis, el sujeto del inconsciente, sin contar con la “decisión” posmoderna de la desaparición del sujeto, supuesta creación de la modernidad.
Encuentro estas huellas de disociación tanto en quienes han elegido el camino de lo comunitario, lo organizacional, lo grupal, la promoción de salud, como en los que recorren la tarea clínica; encuentro esa contradicción, manifiesta o latente, en el texto del Foro mendocino, como en las supervisiones que realizo de la coordinación de grupos, la intervención institucional o comunitaria. Y no la encuentro sólo en los otros, también la descubro en mí. Y entonces pienso en una cuestión central de la dialéctica: la complejidad de lo real, la unidad de lo múltiple, sus infinitas interconexiones, la definición de Pichon-Rivière acerca de la conducta como totalidad en evolución dialéctica y de la unidad del par contradictorio salud/enfermedad.
Recuerdo —a partir de los interrogantes y polémicas que esta disociación nos genera y pone en juego— la unidad que los distintos aspectos de su práctica tenía en el hacer y el pensamiento de Enrique Pichon-Rivière. Me digo entonces que, si bien muchos de los que fueron puntos de llegada en su elaboración, a nosotros nos resultaron punto de partida al darle continuidad y desarrollo a su teoría, el grado de coherencia que él lograra en su concepción y en las modalidades de ponerla en obra día a día son todavía para nosotros una meta a conquistar.
Cuando lo logremos, y esto es una tarea colectiva, la psicología fundada en el pensamiento de Enrique Pichon-Rivière habrá dado un salto cualitativo.
Este texto, Psicología Clínica Pichoniana, trabajado por sus estudiosos autores con seriedad, condensa, como decía al comienzo, la exploración de distintos aspectos de la relación sujeto/orden socio-histórico, desde la perspectiva salud/enfermedad. Desde allí aporta a la formación, al debate, es apoyatura en la comprensión de la conducta, y nos brinda, particularmente en sus protocolos, enriquecedores recursos teórico-técnicos para la intervención.
PRÓLOGO: PSICOLOGÍA CLÍNICA
PICHONIANA – ANA PAMPLIEGA DE QUIROGA