La dialéctica es una concepción del desarrollo que entiende que el movimiento, la transformación, hacen a la esencia de todo fenómeno. Ese movimiento infinito es automovimiento, su génesis está en las contradicciones internas. En la interioridad de cada fenómeno se despliega la identidad y lucha de contrarios, dándole carácter de proceso. Este movimiento permanente va de lo simple a lo complejo, de lo inferior a lo superior, de lo superficial a lo profundo.
Todo proceso es un movimiento espiralado en el que nunca hay retorno a lo anterior en sentido estricto. Lo previo sólo existe en lo actual, donde está contenido y transformado. En un momento del desarrollo los fenómenos parecen recorrer etapas ya transitadas, retroceder a momentos anteriores, el sujeto parece retornar al pasado, reeditar vínculos, revivir afectos, pero no es el mismo sujeto y regresa desde una etapa superior, ya que su desarrollo, aunque contradictoriamente, ha continuado. El desarrollo se produce a través de cambios cuantitativos, rupturas y saltos en calidad, un fenómeno sustituye al otro.
El proceso terapéutico implica la restitución de la congelada dialéctica entre el mundo interno- mundo externo. La transformación de los aspectos enfermos en sanos, en el reconocimiento y comprensión de las necesidades individuales y colectivas y la elaboración de estrategias para su resolución. Incluye un vínculo terapéutico entre terapeuta y paciente que implica proceso de comunicación, aprendizaje y mutua transformación.
Si hablamos de Psicología vincular hablamos de psicopatología vincular, como lo plantea el Dr. Kesselman, en el sentido de que el terapeuta desde sus núcleos enfermos y sanos comprende y se alía con el paciente en el objetivo de la cura. Los roles son asimétricos, complementarios.
En el vínculo se despliegan procesos transferenciales (y contratransferenciales) que guían el camino de la cura, ya que permite develar la estructura del mundo interno y la presencia de un modelo vincular arcaico en un momento de regresión. Evidencia el deslizamiento del grupo interno al grupo externo; la incoherencia entre la condición objetiva y la respuesta subjetiva. Por ejemplo: un paciente fóbico deposita en nosotros sus contenidos persecutorios.
Contratransferencialmente nos sentimos perseguidos, nos encontramos cuidando qué decir, cómo decirlo… Tememos herirlo, dañarlo. Somos depositarios operativos ya que decodificamos lo depositado, no lo actuamos y se lo devolvemos al paciente en forma de interpretación para continuar con el proceso de indagación de su mundo interno. Es un proceso que va de la apariencia a la esencia.
Como terapeutas lo primero que recepcionamos es lo que conceptualizamos como Motivo de la Consulta: una situación problemática o varias y un conjunto de síntomas. Por ejemplo: “Estoy desganada, ansiosa, no duermo, tengo pesadillas; no tengo ganas de vivir; el corazón me estalla, se me cierra el pecho… ya no puedo trabajar…”.
Ante esta multiplicidad fenomenológica vamos confeccionando con el paciente una red que nos sumerge en la concatenación de los síntomas con situaciones cotidianas, entretejidas en un universo de vínculos, donde el mundo externo se entremezcla en un mundo interno se vislumbran mecanismos defensivos, escenas internas, conscientes algunas, inconscientes otras.
Jerarquizamos un Foco de trabajo de común acuerdo, que generalmente es la resolución del punto de urgencia en crisis agudas. Por ejemplo: en una crisis depresiva es necesario evaluar la gravedad, el riesgo de suicidio, las limitaciones provocadas en la vida cotidiana, el papel que desempeña la familia.
El foco de trabajo en un primer momento es el pasaje de la situación aguda a una de menor riesgo emocional, físico y social para la persona. Se solicita interconsulta psiquiátrica si es necesario y se cita a la familia con el objetivo de que oficie de red de contención y garante del tratamiento.
En un proceso que tiene etapas, vamos ajustando el diagnóstico que es situacional y se relaciona con el concepto de movilidad de estructuras de E. Pichon-Rivière. Establecemos un pronóstico y duración aproximada del tratamiento. Nos proponemos Objetivos terapéuticos mediatos.
Investigamos las escenas arcaicas, que son puntos disposicionales a los cuales se regresa a partir de un factor actual desencadenante. Estas escenas obstaculizan la relación dialéctica del sujeto con la realidad, el aprendizaje, la comunicación, la capacidad creativa, la posibilidad de transformación. Se nos hace evidente la estereotipia.
Por ejemplo: en una persona con escenas internalizadas con fuertes contenidos de abandono, maltrato, soledad, exclusión y rechazo desde épocas tempranas de su vida aparecían, como fenómeno, separaciones reiteradas que la sumían en depresiones y le impedían construir una vida productiva. Las separaciones las provocaba ante situaciones en el vínculo que percibía, desde su mundo interno, como rechazo, como abandono, exclusión. Esta vivencia no reflejaba objetivamente la realidad, estaba teñida por su historia. Aliviaba su angustia transitoriamente abandonando antes de que lo abandonen.
Removemos obstáculos epistemofílicos, nos referimos a fantasías que remiten a puntos disposicionales del sujeto y operan empobreciendo u obturando el proceso de aprendizaje; y epistemológicos, ideas erróneas que tiene el paciente acerca del daño que puede provocar su sintomatología, potenciándola, por ejemplo, en el síndrome de pánico creer que sufre un infarto y se va a morir. El material analizado para develar lo implícito es el vínculo, los relatos del paciente, sueños, fantasías, emociones, su accionar.
Para el Abordaje terapéutico utilizamos Intervenciones Operativas: interpretaciones; señalamientos; construcciones; comentarios; sugerencias; suministro de información; dramatizaciones; relajaciones; visualizaciones; desplazamientos en el espacio; construcción de un pensamiento dialéctico; técnicas de contacto progresivo con las situaciones temidas y síntomas físicos. Es una terapia elaborativa profunda que implica la elaboración de escenas internas instaladas como obstáculos y el desarrollo de estrategias de acción y operaciones en la realidad externa.
Desde aquí podemos plantear algunas diferencias y similitudes con otras corrientes de pensamiento en psicología. Con el psicoanálisis nos une la inquietud por la compresión de la dinámica de los contenidos subjetivos, y nos diferencia la concepción metafísica que impregna conceptos fundamentales. Nos une la preocupación por hacer consientes procesos inconscientes, porque consideramos de fundamental importancia la comprensión y la elaboración de escenas inconscientes traumáticas. La transformación, la cura, la adaptación activa son conceptos centrales de nuestro ECRO.
Con las terapias cognitivas-comportamentales, que tienen otra conceptualización de
conducta y de pensamiento, nos une la inquietud por la modificación del
comportamiento, el pensamiento y la emoción.
La terapia gestáltica focaliza en el darse cuenta a través de la vivencia que implica una
catarsis de escenas disposicionales.
La terapia sistemática trabaja la interacción, con una concepción circular del
movimiento. No toma la comprensión de la dinámica del mundo interno.
Nuestra labor terapéutica implica la transformación de la conducta del sujeto: de su
praxis, de sus vínculos, de sus fantasías, de las escenas internas congeladas, de la
técnica defensivas estereotipadas, con el objetivo de lograr el libre interjuego dialéctico
entre hacer, sentir y pensar.
Bibliografía
Galiñanes, María D. Hernández, Marta: “Abordaje clínico de Trastorno de Pánico
desde la Psicología Social Pichoniana”, en la revista Temas de Psicología Social N°21,
Ediciones Cinco, diciembre 2002 y en este texto.
Kesselman, Hernán: Psicoterapia Breve, Ed. Fundamento, Madrid, 1985.
Pichon-Rivière, E.: El Proceso Grupal, Nueva Visión, Buenos Aires, 1980.
Pichon- Rivière, E. – P. de Quiroga, Ana: Del Psicoanálisis a la Psicología Social,
octubre 1972.
P. de Quiroga, Ana: Crisis, Procesos Sociales, Sujetos y Grupo, Ediciones Cinco,
Buenos Aires, 1998.
P. de Quiroga, Ana: Apuntes para una Teoría de la Conducta, Ediciones Cinco,
Buenos Aires, 1994.
Zito Lema, Vicente: Conversaciones con Enrique Pichon Riviere sobre el arte y la
locura, Ediciones Cinco, Buenos Aires, 1986.